Una de las razones por la que me gusta celebrar la navidad es por la tradición, que se va heredando de generación en generación y con ella rituales; menús y bebidas, todo de la misma forma (o casi) de como la celebraban nuestros antepasados y aunque cambie el menú, el fin siempre es el reunirse con las personas que amas y agradecer el estar juntos.
Más allá de sus orígenes religiosos, uno de los motivos que hace importante este periodo es el hecho de celebrar y entrar nuevamente en contacto con nuestras raíces y con ellas mantener la memoria histórica de los que físicamente ya no están.
Raíces y tradiciones necesarias porque forman parte de lo que somos, nos sirven de base y punto de referencia del cual agarrarnos mientras nos enfrentarnos a la gran jungla de la vida.
La navidad como todos dicen, es tiempo de compartir pero más que todo, es un reencuentro con nuestra esencia, nuestro yo, esa pequeña semilla implantada, por personas que ni siquiera conocimos y que forman parte de nosotros.
Y hoy, a miles de kilómetros de distancia, me sentaré en la mesa con esa gran familia, los que están lejos, los que ya no están, los que conozco, los que no conocí y brindaremos al unísono por las tradiciones, sobre todo, por las raíces y por la valida excusa de reunirnos a compartir con nuestros seres queridos.
El Tintero de Noe 